18 septiembre, 2006

16/08/2006 Japón

Nos levantamos prontito para ir al Tsukiji (la lonja de pescado). A eso de las 5:00 estamos en el metro (linea Ginza). Cuando llegamos sorprenden dos cosas: hay luz (la última vez que fuimos, a esa hora, estaba oscuro. La segunda cosa es que no hay gente. Solo cuatro guiris despistados.

Llegamos hasta la entrada del mercado y un cartelito anunciando que es fiesta nacional lo explica todo. A nosotros no nos molesta mucho porque ya estuvimos el año pasado y, a fin de cuentas, sólo venimos a desayunar shushi. Pero nos encontramos con unos ingleses desesperados después del madrugón. En fin, otra vez será.

Sushi en uno de los múltiples restaurantes. El cocinero es simpático. Nos ayuda con la carta y entre signos y mi mal japonés nos enteramos que ha estado en España, Francia e Italia… en una semana.

Afsoon está que se derrite del gusto: el atún es a-co-jo-nan-te. El erizo es suave y no sabe tanto a mar como en otros sitios. Probamos sushi rostizado al soplete y el camarero nos enseña a no mojarlo en la soja: lleva sal gorda y limón por encima. Muy bueno.

Comenzamos a notar cada vez más humedad. Es como Mallorca pero a lo bestia. Y, de repente, el diluvio universal. Aguantamos un poco más en el restaurante comiendo y charlando (hay que decir que el agua y el te son gratis). Pagamos 9000 yens, una ganga teniendo en cuenta lo que hemos comido y al salir a la calle los del restaurante dicen: kaza, kaza!!!... usease Paraguas, paraguas!!!. Vamos, que como llueve y nos mojamos nos regalan sendos paraguas. Increíble lo amigables que son los japoneses para algunas cosas.

Son las 7:00 de la mañana así que aparcamos en un McDonalds a tomar café mientras amaina. Hay una familia española un poco puteada por que el mercado cerraba. No nos dicen nada ni nosotros a ellos.

Paramos un poquito en el tempo Shinto de al lado del mercado y, tras ver como ensayan los rezos unos viejitos decidimos salir andando hacia el norte en dirección a Akihabara. Se puede llegar andando pero para no forzar la máquina pillamos el metro y en cinco minutos estamos allí.

Como sigue siendo pronto tomamos otro cafetito (helado) y esperamos a que abran las tiendas. Paseamos por el barrio viendo los edificios de juegos de maquinas a cual más impresionante. Cientos de tienditas de ordenadores: nuevos, usados, en piezas… Tiendas de manga, videos y videojuegos. En una de ellas pillamos unos de segunda mano para nosotros y para Mireya y Pablo.

Paramos otro rato a tomar un cafetín antes de la comida y sentado a nuestro lado un francés que está con su portátil entabla conversación con nosotros. El tipo es simpático y parece deseoso de poder hablar con alguien.
Está divorciado y vive en Tokio con una japonesa después de viajar por medio mundo. Al final se quedó aquí y montó una empresa de exportación de ordenadores (unos 2000 al mes y 18 empleados). Charlamos sobre Japón y cómo es la vida para un extranjero. Según él una cosa es el turismo (todo amabilidad) y otra la residencia (un infierno). Para muestra un botón:

- Las casas: apartamento de tamaño medio: 25 m2. Pagas unos 700€ mes. Pero para empezar a hablar son una mensualidad para la agencia, dos de regalo para el dueño, una de fianza y dos por adelantado, total 4.200 para empezar a hablar de los cuales 2100 van a la basura. Y eso si tienes suerte y te lo alquilan porque los extranjeros tienen muchos problemas (la mala fama de ladrones y malos pagadores).
- Un amigo suyo tiene un apartamento de lujo en Roppongi Hills (110 m2) y paga 24000€ mensuales!!!!!. Eso si, es directivo de IBM Japón y lo paga la compañía.
- Los japoneses trabajan como locos. Su amigo entra a las 8:00 y sale a la 1:00 o 2:00 de la mañana todos los días. Tres días a la semana cena con los del trabajo y a penas tiene 20 minutos para comer algo rápido. Y de vacaciones… como mucho 5 o 6 días seguidos aunque disfrutan de unos 15 al año más festivos.
- Es normal tomarse un día al mes en el hospital con una crisis por estress…
- Acumulan pasta. Ganan y ganan y ahorran para sus hijos que ganan y ganan y continúan el círculo vicioso. Cuando compran son compulsivos: artículos de lujo que no pueden disfrutar, cochazos… de todo un poco.
- Se independizan como en España, a eso de los 30 años por la misma razón: las casas son carísimas.
- Con los extranjeros casi no hay trato: somos de poco fiar y unos ladrones. Y encima los japoneses son muy tradicionales y de tendencia a no abrirse. Vamos, que el pobre está un poco desesperado.
- Sólo te dejan tener coche si acreditas tener plaza de garaje. En propiedad son unos 240.000€. El alquiler puede superar los 300 mensuales.
- La vida de turista es barata pero el coste diario de vivir en Japón es muy caro. Basta con ir al super para ver lo que cuestan las cosas. Según él sale más barato comer fuera que en casa.
- A la hora de comprar da igual que seas rico o pobre o las pintas que lleves. En las tiendas tratan a todos por igual con amabilidad y servilismo. En ese aspecto no hay clases de ningún tipo.
- Nos dice que es muy difícil ser extranjero en Japón. Para el turista todo son ventajas pero si vives allí es prácticamente imposible entablar amistad con ellos. El concepto de grupo está muy arraigado y son gente muy cerrada. Con cierta pena decía que lo peor allí es la soledad. En el trabajo tiende a contratar japoneses con experiencia de trabajo en el extranjero o en empresas no japonesas para evitar lo más posible, choques culturales.

Dejamos al francés y vamos andando al parque Ueno más al norte. En la esquina sureste hay una serie de calles con mercadillos callejeros. De todo un poco: comida, bolsos, ropa, perfume y cosméticos. Muy variopinto y lleno de gente. Damos unas vueltas y cuando aprieta el hambre nos vamos a comer: yakitori, atún marinado, soba fríos con espuma de huevo y caviar de salmón, bebida y unos 4000 yen, tirado!!!

Parque Ueno. Esta vez sólo vemos el estanque y la zona de los cerezos de la parte sur. Ya estuvimos y queremos ir hacia el cementerio de Yamagata para comprar artículos de papelería en una tienda muy mona que encontramos la última vez.

Ahora si que hace calor: sigue nublado pero no llueve y hay una humedad bestial. Te sirven cualquier bebida y deja un charco de agua condensada sobre la mesa. Hay que decir que en cualquier bar o restaurante el agua y el te helados son gratuitos y con hielo a discreción. Las máquinas de vending se convierten también en grandes aliadas.

Antes de llegar a la tienda nos perdemos por las callecitas del barrio. Suenan las cigarras de un modo constante y altísimo. Hay que estar ahí para creerlo y hacerse una pequeña idea el ruido que montan. Las calles son enanas, las casas todas de un máximo de dos pisos y muchas chalecitos con jardines enanos. Entre medias de cementerios y templetes por doquier. Es tranquilo y agradable.

A eso de las 18:30 encontramos la tienda. Parece cerrada pero abrimos la puerta corrediza y una japonesa nos deja pasar a pesar de decirnos, muy amablemente, que cierran a las 18:00. Lo de siempre, papeles preciosos, pañuelitos, cajitas de papel… muchos regalos que comprar.

Salimos de la tienda y decidimos que es hora de dar por terminado el día. Queremos ir a Nikko mañana y también hay que madrugar. Así que vamos al norte, atravesamos el cementerio de Yamagata ya de noche (precioso y con bastante gente) y cogemos la línea Yamanote en Nishi Nippori. En 35 minutos en Shibuya y de ahí al hotel donde caemos rendidos. Hoy no salimos a cenar. Mañana será otro día.
Jaime y Afsoon