29 junio, 2006

María Josefa Clavijo de la Vega

Datos, datos, hasta ahora todo lo que voy escribiendo son datos, fechas situaciones normales pero en este capitulo quiero dejar escrito sentimientos. Mi abuelita me dejo sentimientos, ¿como puedo dejar aquí escrito esas cosas?, ¿Cómo puedo dejar escrito tantas y tantas cosas que me enseño?, Es tan difícil transmitiros a los que no la llegasteis a conocer de cerca o a los que ya no la conocisteis ni de cerca como era esa mujer. Es muy duro recordarla, porque mi amor hacia ella es tan fuerte todavía en estos momentos que es muy difícil expresar lo que siento.

Analicemos lo que paso ella en su vida y luego apreciemos como era de mayor. Cómo una persona que había sufrido tanto y tanto y tanto, siempre tuviera una sonrisa permanente para quien le hablara, unos brazos permanentes para acunar a u bebé y un hombro de consuelo para dejar que alguien llorara en su regazo.

Traumas, lo que se dice traumas los debió de pasar todos, ahora que se habla tanto de ellos de los que se sufren en la infancia o en la adolescencia y decimos que nos quedan marcados para toda la vida.

Pues empecemos a analizar. Se mueren sus padres siendo ella niña. Deja todo, todo lo que tenía a su alrededor, hermanos, amigos, costumbres, para irse a vivir a casa de sus suegros con tres cuñadas que la acompañaran la mayor parte de su vida. Su marido no para en casa, va de guerra a guerra y de casino a casino, bueno algo tenía que parar, pues la verdad es que se quedó embarazada 18 veces, pero como ella misma decía “mi mario se baja los pantalones y ya me he quedado embarazada”, sufre por él ,es celosa y con motivos, pero ella no lo revelará jamás, por eso ella “machista recalcitrante”, nos dice que al hombre hay que cuidarle, además todo los días por la mañana lo primero que hacía era leer el periódico pues “había que estar al tanto de las noticias para tener conversación con tu marido”. Se baña por las noches, se echa polvos de talco por todo su cuerpo para dormir y meterse en la cama con él, limpia de olores de cocina y agradarle. Una mujer no se puede ir a la cama con rulos, “eso echa de casa a los maridos”, hay que ser “mujer en la mesa y amante en la cama”. Entierra a Petruqui su segundo niño y primera niña. Entierra a su cuarto hijo Juan. Entierra a su quinto hijo y segunda niña, María Josefa. Entierra a un sexto niño que nace con el corazón abierto. El último hijo que tiene y que ocupa el lugar del número trece, Quíquín, nace sietemesino y lo saca adelante como puede, este niño de mayor coge una leucemia y se muere a la edad de veinticinco años. Las tías se llevan a Toni y hasta que pasan tres años no lo ve ni sabe nada de él en plena guerra civil española. En el año 1937, su hijo mayor que en ese momento había cumplido dieciocho años, se va a la guerra embriagado por ese amor a la “Patria” y le matan. Con cincuenta y nueve años se queda viuda, viuda de un hombre al que adoraba, amaba y veneraba, hasta esa fecha ese amor lo tiene que compartir con las tres hermanitas de su marido, y digo bien compartir, ya que por “temor” a los celos de ellas y "a sus represalias" no puede tener ni un momento de descanso ni una palabra de amor de él hacía ella ni de ella hacía él, los dos estaban dominados en ese sentido por ellas y ¿cómo no se rebelaba?, ¿Cómo lo consintió?, por la paz, por que haya paz por …Cuidó a su suegra sola. La Tía Mercedes, se había ido con su hermana Margarita, casada con el Tío Daniel, a Toledo y a sabiendas que su madre estaba mal, no quiso regresar a Melilla para cuidarla. La otra hermana, la Tata, que se había quedado en Melilla y que vivía con ellos, no la podía cuidar puesto que nuestra bisabuela tenía un cáncer de matriz y ella “era soltera”, y claro “de esas cosas no entendía”. Cargada, de niños, embarazada al mismo tiempo, viendo morirse a otro niño José María mientras su suegra también se moría. Teniendo que lavar a mano toda “la sangre” que la pobrecita abuelita (nuestra bisabuela) manchaba, “a mano”, porque las moras que tenía de ayuda no querían tocar la sangre, decían que ellas eso no lo tocaban.

Siempre con un miedo en el cuerpo de que los moros aparecieran de un momento a otro a conquistar los territorios que los españoles habían conquistado. Siempre mirando a los montes a ver si aparecían luces y eso era señal de que se preparaban para atacarles entonces en los momentos que veía de más peligro, poniendo a cada niño una cintita con su nombre por si pasaba algo que no se perdieran y supieran quienes eran. Siempre esperando a su marido que venía de luchar, y dando gracias a Dios de que llegaba, por fin había llegado su amor.
Maríamercedes