19 septiembre, 2006

17/08/2006 Japón

Hoy salimos hacia Nikko. Lo primero es acercarse a Asakusa para sacar el combinado de las líneas Tobu que te da billete de ida y vuelta más autobuses en Nikko. Llegamos a la estación en unos 45 minutos pero aún no son las 9:00 por lo que está cerrada, así que nos vamos a uno de los muchos garitos de tallarines que rodean la estación.

En el que entramos hay un par de salarymen comiendo de pié en la barra. Es un sitio minúsculo con la parte de fuera limpia y la interior grasienta como es típico de los garitos japoneses de esta índole. Como está todo en japonés recitamos el típico “o-susume” para que nos recomienden. La viejilla llama a un señor que nos acompaña al muestrario de cera de la puerta. Pedimos dos sobas y por suerte resultan ser de los fríos (zaru soba). Con el calor de la mañana entran de maravilla.

Por fin abren la estación y pillamos el All Nikko Pass en lugar del World Heritage que teníamos pensado. Este da acceso también a las cascadas y a un lago con Onsens que hay montaña arriba. La chica que nos atiende habla inglés y nos monta todo el recorrido: coger tal autobús a tal hora, los trenes… el último sale a las 18:55.

En el andén nos ponemos a la cola del primer vagón (solo van los dos primeros a Nikko, el resto se separa y van a otro lado). Detrás nuestro se pone un guiri con pintas de guiri (deportivas, bermudas, camiseta y mochilita) y gorra del Barsa. El tío se pone a hablar con nosotros y resulta ser un chico de Barcelona que viaja en solitario.

En las dos horas siguientes de tren que pasamos con él estamos charlando del viaje, de las cosas que ha hecho…

- Lleva cuatro días en Tokio y ha montado su base en Akasaka, cerca del parlamento. Está lejos de la Yamanote pero dice que no la coge. Se saca el ticket de 700yens para todo el día y se mueve en metro.
- Tampoco ha cogido pase para Nikko ya que se lo va a recorrer todo andando sin autobuses. La verdad es que es un paseito porque el lago está a más de cuatro km montaña arriba.

- Vive con su madre en el centro de Barna, cerca de Plaza de Cataluña y parece que ha viajado bastante. Es su primera vez en Japón pero reconoce ser un friki de la música japonesa… bueno, especialmente del grupo de “niñas petardas” como el dice “Hinoi”. Más tarde en el hotel vimos su blog y le dejamos un mensajito.

Total, que llegamos a Nikko. Está nublado pero no llueve lo cual es una bendición porque hay un calor bastante pegajoso y cada vez que sale el sol lo empeora bastante.

Cogemos el ticket de los templos (1000yen) y de ahí a la parada del centro del pueblo. Nikko es un pueblo mediano que se extiende a lo largo de la carretera de subida a las montañas. Como desconocemos la distancia pillamos el bus pero no encontramos el que nos indicó la de la estación. Tras dejar pasar dos buses cogemos el tercero y que sea lo que dios quiera.

Menos de un km cuesta arriba y ya estamos en la zona de templos. El bus no sirve más que para perder el tiempo. Al menos de momento.

Hay un bonito puente rojo lacado sobre un río que baja entre brumas por la humedad ambiental. Los bosques de cedros inmensos lo rodean y tiene todo un aire de peli china. Cruzar el puente cuesta pasta así que cruzamos por el de la carretera diez metros más abajo y desde ahí sacamos las fotos.

La zona de templos queda en medio del bosque a mano derecha. Hay varios caminos entre los árboles pero todos llevan al mismo sitio así que no hay pérdida.

Se supone que el santuario de Nikko lo construyó un señor feudal cuya familia gobernó Japón durante 250 años. En Nikko está su tumba. A su muerte su hijo contrató 15.000 artesanos y en menos de dos años montó un sistema de santuarios y templos del copón bendito.

Están todos pedidos entre los bosques aunque muy bien señalizados. Son todos de madera policromada y entre ellos hay algunos muy famosos:

- El de los monos. Tiene la famosísima (y pequeña) talla de madera de los tres monos que no ven, no oyen y no hablan.
- EL del gato dormido. Se supone que es una talla en la que el gato parece de verdad. Muy famosa en Japón pero no merece la pena pagar para verla. Hay fotos que te la muestran
- El templo del dragón durmiente. Es una sala con un dragón enorme pintado en el techo (debe medir más de diez metros de largo). Un monje choca unos palitos al fondo de la sala y suena un ruido seco. Cuando los choca bajo la boca del dragón la sala amplifica el sonido y retumba en las paredes. No es un rugido de dragón pero es bastante impactante.
- Hay un camino entre cedros muuuuuuyyyy largo con cientos de linternitas a la derecha. La vista es impresionante.
- Una pagoda roja de 5 pisos. Dicen que no tiene cimientos y que lleva un sistema antiterremotos con un balancín de madera.

Poco a poco las nubes se van cerrando y se escucha algún trueno a lo lejos. Por suerte llevamos nuestros super paraguas. A nuestro alrededor nadie parece llevarlos.

Ascendemos unos cuantos peldaños hasta otro templo en una especie de cuenco entre los cedros. Ahí un señor japonés nos suelta un rollo a todos los asistentes que estamos sentados en el suelo. El monje acaba durmiendo a la audiencia a pesar de algunas notas cómicas. No entendemos nada pero parece mencionar a Kyoto de vez en cuando. A lo mejor hay cierto pique entre templos. También nos muestra una especie de llave dorada bastante grande pero no tenemos ni la más remota idea de para qué servirá.

Cuando salimos del templo llueve a cántaros. Hop, sacamos el piragüitas y no pasa nada. Eso si, los malditos japos se inventan los paraguas porque ahora parece que todo el mundo tiene uno.

Bajamos a la carretera con la intención de subir al lago. En la parada preguntamos en japonés a dos de los que esperan pero resultan ser coreanos. Tras unos minutos bajo la lluvia llega el bus que sube al lago.

La subida debe ser impresionante. Muy revirada con carretera de un solo sentido y dos carriles. Se sube por un lado y se baja por el otro lado de la montaña. Digo que debe ser impresionante porque las nubes están tan bajas que no se ve apenas nada.

A medio camino hay una parada desde la que un teleférico te acerca a unas cascadas muy famosas. No paramos por el mal tiempo y seguimos subiendo. A ver si hay suerte y vemos el lago.

Ya en lo alto todo sigue igual. Nos paramos a comer una sopita en un bar de ramen. Están calentitos y entran de muerte. La pareja mayor que lleva el bar tiene la tele puesta con un partido del Koshien. Es un fenómeno de masas en verano en Japón. Se trata de una competición de béisbol retransmitida por la tele en la que compiten los institutos de todo Japón. Así que los que juegan son chavales y el público sus familias y compañeros de colegio. EL béisbol suele ser aburrido pero ese partido fue tremendo. Tokio iba perdiendo 4 a 8 en el séptimo Inning y les metieron 8 carreras. 12 a 8. En el siguiente el otro equipo mete un homerun con dos bases llenas y suben a 12 a 11. Y allí lo dejamos porque hay que volver a casita.

Bajada en bus y en la estación nos encontramos al catalán que viene chorreando y sin paraguas pero contento con su discman y su guía mojada. Ha visto los templos y las cascadas antes de que lloviera. Nos preguntamos cómo coño lo ha hecho puesto que iba andando. Ha tenido que darse mucha prisa.

El viaje de vuelta se hace largo. Charlamos un poco con el de Barna y en cuanto llegamos a Asakusa volvemos esta vez en metro. Línea Ginza directa a Shibuya. Tras cambiarnos en el hotel salimos a tomar algo por Shibuya.

Cerca de la zona de discos vemos unas escaleritas que bajan y un cartel con un cerdito. Nos colamos en el restaurante y resulta ser un sitio especializado en una especie de shabu-shabu de cerdo y diversos pinchitos (yakitoris). El local es muy chulo. Techos superbajos, todo pintado de negro y sentados en falsos tatamis descalzos. La comida está muy rica y no es cara. Eso si, nos metemos 5 cervezas y la cuenta sube como la espuma (bueno, no tanto, unos 8000 yen aunque es una fortuna para lo que solemos gastar).

La camarera muy simpática nos recomienda la comida con signos y con mi mal japonés pero como dije todo sale de maravilla.

A la una estamos en la camita. Mañana toca día tranquilito en Ikkbukuro, barrio al norte de Shinjuku donde no hay mucho que ver salvo grandes almacenes, un edificio enorme con mirador y alguna cosita más como el Toyota Amlux.
Jaime y Afsoon