22 septiembre, 2006

19/08/2006 Japón

Salimos prontito hacia la estación de Tokio. En la Yamanote se tarda una media hora hasta allí. Lo primero era activar el Japan Rail Pass que compramos en Madrid. Nos da derecho a viajes ilimitados en Trenes, Autobuses y Feries de la JR.

Presentamos la solicitud y los pasaportes y en 10 minutitos ya tenemos el librillo del Rail Pass. Con eso basta con entrar en la estación, pedir un billete y sentarte en uno de los vagones no reservados o reservar para asegurarte sitio. Como los trenes pasan cada media horita no hay problema si pierdes uno. La puntualidad es milimétrica: si sale a las 12:59 es que sale en ese preciso minuto. Impresionante teniendo en cuenta la frecuencia y tamaño de los trenes que llegan hasta los 13 vagones.

Reservamos dos sitios para Hiroshima. Hay que hacer transbordo en Osaka alrededor de una horita pero en total son 5 horitas de viaje para unos 1000 km. Los trenes son muy cómodos e impolutos.
Hay varios tipos dependiendo de la locomotora y de si son Express o superexpress (tienen menos paradas estos últimos). Por locomotoras tienes los Hikari, Kodama y Nozomi. Al final la diferencia es mínima ya que se suelen mover entre los 285 y 360 de punta por lo que como mucho hay una diferencia de media horita dependiendo de cual cojas. El interior es como el de los aviones pero mucho más espacioso, te puedes estirar sin problemas.

Hay un montón de cosas interesantes en el tren:

- El green car no permite fumar y es una especie de primera clase con butacas más amplias.
- El silent car no emite comunicados por los altavoces salvo en estaciones de fin de trayecto para que los pasajeros puedan descansar cómodamente.
- Cada x tiempo pasa un carrito con una chica que vende bebidas y aperitivos como en los aviones.
- Hay un vagón con cuartitos con mesas que puedes reservar para ir con la familia todos juntos y comer con comodidad.
- Los primeros asientos suelen tener enchufes y conexión a Internet para los portátiles
- Hay un cuarto especial para cambiarte de ropa, cambiar o amamantar a los bebés o por si te sientes mal poder tumbarte en algún sitio.
- Hay servicios, máquinas de vending, teléfono público. Casi todo esto viene explicado en un croquis en el respaldo de cada asiento: donde hay papeleras, dónde están los baños, donde está el personal del tren.

Vamos que todo está perfectamente identificado y organizado… para variar. Y por supuesto el famoso Bentoo. Es una cajita con varios compartimentos con comida fría. Los hay de todos los tipos pero siempre son una combinación de arroz con algo: pescado, pollo, encurtidos, tofu. También puedes comprar onigiri que son unas bolas de arroz en forma triangular con o sin algs y rellenas de salmón, atún, pollo, encurtidos, ciruelas… hay de todo un poco.

Los bentoo vienen con un juego de palillitos y una servilleta para limpiarte. Lo de la servilleta merece explicación aparte. En Japón no suelen poner servilletas en los restaurantes. Al comenzar la comida te traen una toallita húmeda (fría en verano y caliente en invierno) para lavarte cara y manos. Te limpias antes de comenzar a comer y se pliega cuidadosamente a un lado de la mesa. Y ya está. Si te tienes que limpiar los morros o las manos no sabemos cómo diablos lo harán. Siempre puedes recurrir a un kleenex porque como te regalan miles con publicidad por las calles, es normal llevar al menos un paquetito en el bolsillo.

Lo dicho, salimos de Tokio y paramos brevemente en varias estaciones. La última antes de Osaka es Kyoto. Sales de Kyoto y en un cuarto de hora estás en Osaka. Pero lo más flipante de todo es que la ciudad no termina nunca. Osaka y Kyoto están completamente unidas y hay unos cuantos kilómetros entre ellas.

Tras el pit-stop de Osaka llegamos en un par de horas a Hiroshima. El cambio es grande. Pasamos de la megalópolis Tokyota a una ciudad de provincias como es Hiroshima. Lo primero que notas es cómo viste la gente, mucho más normal y no tan fashion. Idem ocurre con las pintas, se parece todo mucho más a lo que hay en España.

Lo segundo que, al menos a mi, me impresionó es pensar que estamos donde cayó una bomba atómica. TODO lo que nos rodea fue arrasado hace 60 años por un pepinazo descomunal. Se decía que no volvería a crecer hierba en 50 años y no se si lo de la hierba fue cierto pero casas, lo que se dice casas, las hay a millares.

La ciudad está en la desembocadura de un río que da al mar interior del Japón. Son varias islas que forman un delta. Al norte, este y oeste están rodeadas por colinas (salvo una pequeña abertura para el río) y al sur se abre al mar. Por eso el efecto de la bomba fue tan devastador: las colinas hicieron que se concentrara la onda expansiva formando una olla a presión y creando un efecto rebote que no dejó casa en pie.

La ciudad no tiene metro pero si un sistema de tranvías que data de principios de siglo. En nuestro caso nos pilla mejor el autobús. El sistema para pagar el bus es muy curioso: al subir sacas un ticket que te dice en qué parada te has montado (cada una tiene un número). En una pantalla de la parte frontal se muestran casillas con los números de todas las paradas (unas 30 en cada ruta).El precio que has de pagar si te bajas en la siguiente se muestra debajo de cada casilla así que dependiendo de donde te subieras puedes ver el importe exacto. Al salir dejas caer el importe en monedas en una ranurita y ya está, el conductor ni siquiera verifica el ticket de la estación en la que subiste. Eso si, no admite monedas de 500 ni billetes pero tienes máquinas de cambio en cada autobús.

El hotel es un Sunroute, una cadena Japonesa, muy majete y bien situado. Está pegado al río y sólo hay que cruzar un puente para llegar al parque conmemorativo de la paz.

La casualidad hace que se esté jugando el mundial de Baloncesto en Japón y que la sede de España sea Hiroshima. Intentamos comprar entradas para el primer partido contra Nueva Zelanda pero en el lobby del hotel nos dicen que no quedan. Bueno, mañana juegan a las 19:00 contra Panamá sí que lo intentaremos de nuvo.

Como son ya las 14:00 decidimos ir corriendo al museo de la Bomba Atómica porque cierra a las 18:00. Cruzamos el puentecito y entramos al museo. La entrada es simbólica, sólo 50 yen pero contratamos unas audio-guías en español por 300 cada una (la verdad es que no merecieron la pena ya que todo está muy bien explicado en inglés en los carteles).

El museo está dividido en dos edificios. El primero muestra lo que llevó a la detonación de la bomba desde 100 años atrás. La restauración Meiji, la guerra Ruso-Japonesa, la guerra Chino-Japonesa, la conquista de Korea y Manchuria. Hiroshima se convirtió en el acuartelamiento de la quinta división que participó en todas estas guerras.

Finalmente te cuentan cómo entra Japón en la segunda guerra mundial y las motivaciones de los EE.UU para tirar la bomba: papeles top secret con los múltiples objetivos y cómo fueron acotándolos hasta sólo cuatro ciudades; gente a favor de usarla y gente en contra (uno de los motivos fue que se emplearon miles de millones de dólares y más de 100.000 personas en su desarrollo y había que justificar el gasto), cómo se descartó Kyoto por ser patrimonio de la humanidad; cómo tiraron bombas falsas sobre muchas ciudades para probar si se podía hacer.

Es curioso que precisamente las cuatro ciudades que eran candidatas a recibir la sorpresita, no recibieron ningún tipo de bombardeo convencional. Tokio, Osaka, Sendai y otras tantas fueron arrasadas por bombas incendiarias pero Hiroshima y Nagasaki no sufrieron ni una sola bomba. El motivo es que, al tratarse de la primera Bomba Atómica, querían ver el resultado que tenía sobre una ciudad intacta para hacerse a la idea de su capacidad destructiva. De hecho junto al Enola Gay volaron otros dos aviones. Uno con instrumentos científicos de medición de temperaturas, radiación, anemómetros… y otro con material cinematográfico y de fotografía. La explosión tuvo lugar alrededor de las 8:15 y no quedó nada de la ciudad. Se calcula que unas 25.000 personas murieron al instante y en total unas 200.000 murieron en los días siguientes.

El museo muestra una maqueta de cómo era la ciudad antes y cómo era después. Sólo quedó una llanura en llamas con cuatro puentes que cruzaban los ríos y unos seis edificios de hormigón que resistieron más o menos la detonación. El resto se volatilizó. La temperatura en el suelo llegó a los 3000 grados cerca del hipocentro. En el museo se muestran piedras fundidas. Imagínate lo que le hizo a las personas.

La primera parte del museo sólo muestra hasta el bombazo pero no cuenta mucho de sus consecuencias. La segunda parte es la más dura. En ella se ve lo que le ocurrió a las personas: fotos de gente horriblemente quemada, trajes y vestidos de las víctimas, testimonios, dibujos, fotografías, todo tipo de material recogido en la zona. Lo único bueno que tuvo es que la radiación desapareció a los pocos días y que de los 50 kg de uranio que llevaba la bomba se calcula que sólo reaccionaron 15. Suficiente para no dejar piedra sobre piedra.

Salimos del museo con la idea de la inutilidad de las bombas atómicas y de la locura humana. El museo es muy educativo. No habla de buenos ni malos ni de víctimas o verdugos. Es sólo un testimonio para que esto no vuelva a ocurrir.
Jaime y Afsoon