26 septiembre, 2006

Crónicas malagueñas

Una tarde en Málaga

22 septiembre, 2006

19/08/2006 Japón

Salimos prontito hacia la estación de Tokio. En la Yamanote se tarda una media hora hasta allí. Lo primero era activar el Japan Rail Pass que compramos en Madrid. Nos da derecho a viajes ilimitados en Trenes, Autobuses y Feries de la JR.

Presentamos la solicitud y los pasaportes y en 10 minutitos ya tenemos el librillo del Rail Pass. Con eso basta con entrar en la estación, pedir un billete y sentarte en uno de los vagones no reservados o reservar para asegurarte sitio. Como los trenes pasan cada media horita no hay problema si pierdes uno. La puntualidad es milimétrica: si sale a las 12:59 es que sale en ese preciso minuto. Impresionante teniendo en cuenta la frecuencia y tamaño de los trenes que llegan hasta los 13 vagones.

Reservamos dos sitios para Hiroshima. Hay que hacer transbordo en Osaka alrededor de una horita pero en total son 5 horitas de viaje para unos 1000 km. Los trenes son muy cómodos e impolutos.
Hay varios tipos dependiendo de la locomotora y de si son Express o superexpress (tienen menos paradas estos últimos). Por locomotoras tienes los Hikari, Kodama y Nozomi. Al final la diferencia es mínima ya que se suelen mover entre los 285 y 360 de punta por lo que como mucho hay una diferencia de media horita dependiendo de cual cojas. El interior es como el de los aviones pero mucho más espacioso, te puedes estirar sin problemas.

Hay un montón de cosas interesantes en el tren:

- El green car no permite fumar y es una especie de primera clase con butacas más amplias.
- El silent car no emite comunicados por los altavoces salvo en estaciones de fin de trayecto para que los pasajeros puedan descansar cómodamente.
- Cada x tiempo pasa un carrito con una chica que vende bebidas y aperitivos como en los aviones.
- Hay un vagón con cuartitos con mesas que puedes reservar para ir con la familia todos juntos y comer con comodidad.
- Los primeros asientos suelen tener enchufes y conexión a Internet para los portátiles
- Hay un cuarto especial para cambiarte de ropa, cambiar o amamantar a los bebés o por si te sientes mal poder tumbarte en algún sitio.
- Hay servicios, máquinas de vending, teléfono público. Casi todo esto viene explicado en un croquis en el respaldo de cada asiento: donde hay papeleras, dónde están los baños, donde está el personal del tren.

Vamos que todo está perfectamente identificado y organizado… para variar. Y por supuesto el famoso Bentoo. Es una cajita con varios compartimentos con comida fría. Los hay de todos los tipos pero siempre son una combinación de arroz con algo: pescado, pollo, encurtidos, tofu. También puedes comprar onigiri que son unas bolas de arroz en forma triangular con o sin algs y rellenas de salmón, atún, pollo, encurtidos, ciruelas… hay de todo un poco.

Los bentoo vienen con un juego de palillitos y una servilleta para limpiarte. Lo de la servilleta merece explicación aparte. En Japón no suelen poner servilletas en los restaurantes. Al comenzar la comida te traen una toallita húmeda (fría en verano y caliente en invierno) para lavarte cara y manos. Te limpias antes de comenzar a comer y se pliega cuidadosamente a un lado de la mesa. Y ya está. Si te tienes que limpiar los morros o las manos no sabemos cómo diablos lo harán. Siempre puedes recurrir a un kleenex porque como te regalan miles con publicidad por las calles, es normal llevar al menos un paquetito en el bolsillo.

Lo dicho, salimos de Tokio y paramos brevemente en varias estaciones. La última antes de Osaka es Kyoto. Sales de Kyoto y en un cuarto de hora estás en Osaka. Pero lo más flipante de todo es que la ciudad no termina nunca. Osaka y Kyoto están completamente unidas y hay unos cuantos kilómetros entre ellas.

Tras el pit-stop de Osaka llegamos en un par de horas a Hiroshima. El cambio es grande. Pasamos de la megalópolis Tokyota a una ciudad de provincias como es Hiroshima. Lo primero que notas es cómo viste la gente, mucho más normal y no tan fashion. Idem ocurre con las pintas, se parece todo mucho más a lo que hay en España.

Lo segundo que, al menos a mi, me impresionó es pensar que estamos donde cayó una bomba atómica. TODO lo que nos rodea fue arrasado hace 60 años por un pepinazo descomunal. Se decía que no volvería a crecer hierba en 50 años y no se si lo de la hierba fue cierto pero casas, lo que se dice casas, las hay a millares.

La ciudad está en la desembocadura de un río que da al mar interior del Japón. Son varias islas que forman un delta. Al norte, este y oeste están rodeadas por colinas (salvo una pequeña abertura para el río) y al sur se abre al mar. Por eso el efecto de la bomba fue tan devastador: las colinas hicieron que se concentrara la onda expansiva formando una olla a presión y creando un efecto rebote que no dejó casa en pie.

La ciudad no tiene metro pero si un sistema de tranvías que data de principios de siglo. En nuestro caso nos pilla mejor el autobús. El sistema para pagar el bus es muy curioso: al subir sacas un ticket que te dice en qué parada te has montado (cada una tiene un número). En una pantalla de la parte frontal se muestran casillas con los números de todas las paradas (unas 30 en cada ruta).El precio que has de pagar si te bajas en la siguiente se muestra debajo de cada casilla así que dependiendo de donde te subieras puedes ver el importe exacto. Al salir dejas caer el importe en monedas en una ranurita y ya está, el conductor ni siquiera verifica el ticket de la estación en la que subiste. Eso si, no admite monedas de 500 ni billetes pero tienes máquinas de cambio en cada autobús.

El hotel es un Sunroute, una cadena Japonesa, muy majete y bien situado. Está pegado al río y sólo hay que cruzar un puente para llegar al parque conmemorativo de la paz.

La casualidad hace que se esté jugando el mundial de Baloncesto en Japón y que la sede de España sea Hiroshima. Intentamos comprar entradas para el primer partido contra Nueva Zelanda pero en el lobby del hotel nos dicen que no quedan. Bueno, mañana juegan a las 19:00 contra Panamá sí que lo intentaremos de nuvo.

Como son ya las 14:00 decidimos ir corriendo al museo de la Bomba Atómica porque cierra a las 18:00. Cruzamos el puentecito y entramos al museo. La entrada es simbólica, sólo 50 yen pero contratamos unas audio-guías en español por 300 cada una (la verdad es que no merecieron la pena ya que todo está muy bien explicado en inglés en los carteles).

El museo está dividido en dos edificios. El primero muestra lo que llevó a la detonación de la bomba desde 100 años atrás. La restauración Meiji, la guerra Ruso-Japonesa, la guerra Chino-Japonesa, la conquista de Korea y Manchuria. Hiroshima se convirtió en el acuartelamiento de la quinta división que participó en todas estas guerras.

Finalmente te cuentan cómo entra Japón en la segunda guerra mundial y las motivaciones de los EE.UU para tirar la bomba: papeles top secret con los múltiples objetivos y cómo fueron acotándolos hasta sólo cuatro ciudades; gente a favor de usarla y gente en contra (uno de los motivos fue que se emplearon miles de millones de dólares y más de 100.000 personas en su desarrollo y había que justificar el gasto), cómo se descartó Kyoto por ser patrimonio de la humanidad; cómo tiraron bombas falsas sobre muchas ciudades para probar si se podía hacer.

Es curioso que precisamente las cuatro ciudades que eran candidatas a recibir la sorpresita, no recibieron ningún tipo de bombardeo convencional. Tokio, Osaka, Sendai y otras tantas fueron arrasadas por bombas incendiarias pero Hiroshima y Nagasaki no sufrieron ni una sola bomba. El motivo es que, al tratarse de la primera Bomba Atómica, querían ver el resultado que tenía sobre una ciudad intacta para hacerse a la idea de su capacidad destructiva. De hecho junto al Enola Gay volaron otros dos aviones. Uno con instrumentos científicos de medición de temperaturas, radiación, anemómetros… y otro con material cinematográfico y de fotografía. La explosión tuvo lugar alrededor de las 8:15 y no quedó nada de la ciudad. Se calcula que unas 25.000 personas murieron al instante y en total unas 200.000 murieron en los días siguientes.

El museo muestra una maqueta de cómo era la ciudad antes y cómo era después. Sólo quedó una llanura en llamas con cuatro puentes que cruzaban los ríos y unos seis edificios de hormigón que resistieron más o menos la detonación. El resto se volatilizó. La temperatura en el suelo llegó a los 3000 grados cerca del hipocentro. En el museo se muestran piedras fundidas. Imagínate lo que le hizo a las personas.

La primera parte del museo sólo muestra hasta el bombazo pero no cuenta mucho de sus consecuencias. La segunda parte es la más dura. En ella se ve lo que le ocurrió a las personas: fotos de gente horriblemente quemada, trajes y vestidos de las víctimas, testimonios, dibujos, fotografías, todo tipo de material recogido en la zona. Lo único bueno que tuvo es que la radiación desapareció a los pocos días y que de los 50 kg de uranio que llevaba la bomba se calcula que sólo reaccionaron 15. Suficiente para no dejar piedra sobre piedra.

Salimos del museo con la idea de la inutilidad de las bombas atómicas y de la locura humana. El museo es muy educativo. No habla de buenos ni malos ni de víctimas o verdugos. Es sólo un testimonio para que esto no vuelva a ocurrir.
Jaime y Afsoon

21 septiembre, 2006

Vacaciones en Fuerteventura

20 septiembre, 2006

Tía Memes

Semana Santa de 1.989

Hacía un mes que mamá había fallecido y la tía Memes nos invito a todos a pasar la Semana Santa con ellos. La verdad es que solo había pasado un mes y nos vino muy pero que muy bien esos días que estuvimos con ellos. Nos dieron mucho, muchísimo cariño, fueron muy atentos con nosotros y por unos días hicieron que las cosas parecieran mas fáciles. La tía Memes siempre ha estado con nosotros en todas nuestras circunstancias adversas.
Paloma

18/08/2006 Japón

Hoy nos hemos levantado tarde, a eso de las 10:00. Salimos hacia Ikkebukuro que está a unas 6 estaciones de Yamanote al norte de Shibuya. Hace un calor de bolas porque ha salido el sol. Por suerte vamos a estar dentro de edificios casi todo el día así que no pasa nada.

Llegamos y nos metemos directamente del metro a los almacenes Seibu. Es una especie del corte inglés pero a lo bestia. Tres edificios contiguos de unos 500m de largo con 8 plantas el más alto y 6 los pequeños. Hay de todo.

En la planta baja paseamos por el mercado viendo la comida. Pescados impresionantes y superfrescos. Dan ganas de comprarlos y comérselos ahí mismo a bocados. Zona de pastelería con mil y un bocaditos perfectamente empaquetados. Siempre hay alguna cosita que probar.

Junto a la frutería hay un kaitesn Shushi (de esos con barra que transporta platillos de colores). Parece haber gente así que entramos. Está lleno y el camarero nos invita a esperar fuera. Como no entendemos nos ponemos en la puerta así que el sale el camarero y no señala a la derecha una fila de sillitas, algunas ocupadas, donde se sienta la gente a esperar a que halla sitio. Muy cómodo. Pronto veremos que en casi todos los restaurantes de grandes almacenes ocurre lo mismo.

Mientras esperamos vemos la zona de verduras. Como siempre empaquetados perfectos y verduras muy bien colocadas y caras. Para muestra un botón: un ajo, si, UN ajo… 480 yen!!!!!

El shushi es de muy buena calidad y barato Comemos unos 15 platillos de todo un poco. Entre ellos se cuela uno de nato que es una pasta asquerosa de judías de soja con pegamento. Lo dicho, prácticamente vomitable. Menos al que hay jengibre a raudales para matar el sabor.

Y tras salir llenos como pelotas nos dedicamos a recorrer las plantas del edificio. Mucha ropita y complementos a precios muy variados. Hay además boutiques de todas las marcas: desde japonesas como Issey Miyagi a Italianias del tipo Miu-Miu o españolas como Sibila. Por supuesto las megacaras tipo Cartier o Prada donde puedes entrar a mirar y serás atendido como uno más sin fijarse en si vienes bien o mal arreglado.

En las últimas plantas hay artículos de papelería para todos los gustos y juguetitos y polladas que harían de esto el paraíso de cualquier escolar: pegatinas, sellos de caucho, gomas, cuadernos, bolis… de todos los tipos y colores pero con una nota kawaii (super mega ultra cute) que está presente en todos los artículos.

En la planta 6 hay una terraza ajardinada en la azotea de los dos edificios más bajos. Hay un par de terracitas y la zona de plantas y peces. En una esquina hay una pecera con peces de colores donde los niños pueden pescar con unas cañitas que les da un señor.

Decidimos salir de Seibu e ir hacia el edificio Sunrise que solía ser el más alto de Asia. Ahora sólo tiene 60 plantas pero en él hay un mirador, restaurantes, museos y hasta un acuario!!!.

Paseando por Ikkebukuro la zona parece Shinjuku pero en pequeño. Mucho neón, mucha gente andando. Al lado este está lo queríamos ver y al oeste hay más restaurantes y el famoso edificio 0101 de City Hunter (para los que hallan visto la serie o leído el manga claro está).

Paramos en una tiendita de libros y manga de segunda mano aunque no compramos nada. Como nota friki en la sección porno hay revistas que rozan la pederastia a la vista de todos. Los japos son la leche.

En fin, que de camino al Sunrise nos topamos con el edificio Toyota Amlux que tiene una expo y concesionario de Toyota. Hay un coche de formula 1, un simulador donde puedes experimentar los nuevos sistemas de seguridad de los coches y un pequeño cine. En él proyectan una peli de la último Robocup. Es la competición internacional de robótica de Japón. Toyota competía en la sección de fútbol con robots humanoides. Su robot era impresionante. Se mantenía en perfecto equilibrio, localizaba la bola sin problemas, se levantaba del suelo y hasta tenía algún movimiento de chulería como apoyarse con los brazos en el suelo y extender una pierna para robar el balón. No había color: ganaron por goleada a todos salvo unos alemanes con los que quedaron 1-2.

El resto de plantas son concesionarios. Pudimos probar todos los coches de Toyota. En general muy amplios y bien acabados y con muchísimos modelos Híbridos además del Prius.

Salimos hacia el Sunrise y un nuevo edificio se cruza en nuestro camino. Es el Animate: siete plantas de manga, anime y merchandise. Si me llega a pillar esto con 10 años menos se me funden los plomos. Ahora nos limitamos a recorrerlo de arriba abajo viendo la cantidad ingente de manga y muñequitos que tienen. Espectacular.

Y por fin el Sunrise. Como ya es tarde decidimos subir al mirador del piso 60 directamente. Una señorita nos da acceso al ascensor y pulsa el botón por nosotros. En cuanto se cierran las puertas se apaga la luz y con luz negra se iluminan las paredes y una música new age hace que parezca que estamos en el transportador de Scotty de Star Trek. Subimos los 60 pisos en menos de un minuto.

El mirador ofrece una vista de Tokio impresionante. Lástima que la bruma no deje ver las montañas. Tiene ventanas a las que asomarte y disfrutar de la vista. Como curiosidad en la azotea de un edificio hay un circuito de autoescuela donde practicar giros., rampas y aparcamientos.

Unas escaleritas en el centro del edificio dan a la azotea exterior. La misma vista pero sin cristales y mucho aire. Dos policías inmóviles vigilan que no pase nada. Aunque viendo el sistema de rejas que tienen parece improbable que alguien se tire…

Tras esto de nuevo a Shibuya. Nos cambiamos y esta vez decidimos ir a la zona de baretos de japoneses y meternos en el primero que encontremos. Uno tiene carta medio en inglés así que allá que vamos.

Pedimos cervecitas y tapas para ir picando. Es un concepto muy similar al español. Los bares suelen ser muy reducidos y muchos de ellos no tienen ventanas al exterior. Algunos tienen barra donde sentarte a tomar algo mientras tapeas a la japonesa (pequeños platitos con encurtidos, trocitos de pescado, pinchitos “teriyaki”…). Suele tomarse cerveza muy fría similar a la española (marcas hay mil pero así conocidas tenemos Kirin o Ashahi).

El bar en el que entramos no tenía barra pero si unas mesitas bajas donde nos sentamos. AL cabo de una media hora, el camarero nos pidió cambiar a la mesa de al lado para poder juntar dos porque venía un grupo grande. Así que el bar llenó sus seis mesitas.

El grupo resultó ser un grupo de ocho amigos/as que venían a pasar el rato tomando unas copas. Para empezar una botellita de Tankerai a la mitad. La botella voló y en seguida trajeron otra. El volumen de voz iba subiendo y el cachondeo en la misma medida. No se cómo pero de repente estábamos sacándonos fotos con ellos y tomando sake mientras charlábamos.

Una de ellas hablaba bien el inglés. Había estado trabajando en Francia un año así que nos pudimos entender gracias a ella y al poco inglés que hablaban los demás. Definió a sus amigos como “drinking friends” y había de todo, desde los 24 suyos a los 35 de un tipo muy majo que tocaba en un grupo de rock, los “Rock & Roll Gipsies” y que nos comentó que el mejor grupo de rock japonés era “Rooster”, los Gallos.

Yo me tomé un sake que venía en un vaso alto dentro de uno cuadrado de madera. Lo que desbordaba del vaso caía en el de madera y de ahí lo pasabas al vaso de nuevo. Sin saber cómo ya me habían llenado otro vaso los japoneses así que llevábamos un pedillo alegre como ellos. Hablamos de todo, de baseball, football, de Japón y sus viajes, de ellos) uno trabajaba como ayudante en la televisión Fuji). Hasta nos recomendaron un festival de rock pero creo que se nos iba de tiempo. El siguiente lunes estarán por ahí también así que intentaremos pasarnos.

De vuelta al Fukudaya en 5 minutos y a dormir que mañana salimos para Hiroshima.
Jaime y Afsoon

19 septiembre, 2006

17/08/2006 Japón

Hoy salimos hacia Nikko. Lo primero es acercarse a Asakusa para sacar el combinado de las líneas Tobu que te da billete de ida y vuelta más autobuses en Nikko. Llegamos a la estación en unos 45 minutos pero aún no son las 9:00 por lo que está cerrada, así que nos vamos a uno de los muchos garitos de tallarines que rodean la estación.

En el que entramos hay un par de salarymen comiendo de pié en la barra. Es un sitio minúsculo con la parte de fuera limpia y la interior grasienta como es típico de los garitos japoneses de esta índole. Como está todo en japonés recitamos el típico “o-susume” para que nos recomienden. La viejilla llama a un señor que nos acompaña al muestrario de cera de la puerta. Pedimos dos sobas y por suerte resultan ser de los fríos (zaru soba). Con el calor de la mañana entran de maravilla.

Por fin abren la estación y pillamos el All Nikko Pass en lugar del World Heritage que teníamos pensado. Este da acceso también a las cascadas y a un lago con Onsens que hay montaña arriba. La chica que nos atiende habla inglés y nos monta todo el recorrido: coger tal autobús a tal hora, los trenes… el último sale a las 18:55.

En el andén nos ponemos a la cola del primer vagón (solo van los dos primeros a Nikko, el resto se separa y van a otro lado). Detrás nuestro se pone un guiri con pintas de guiri (deportivas, bermudas, camiseta y mochilita) y gorra del Barsa. El tío se pone a hablar con nosotros y resulta ser un chico de Barcelona que viaja en solitario.

En las dos horas siguientes de tren que pasamos con él estamos charlando del viaje, de las cosas que ha hecho…

- Lleva cuatro días en Tokio y ha montado su base en Akasaka, cerca del parlamento. Está lejos de la Yamanote pero dice que no la coge. Se saca el ticket de 700yens para todo el día y se mueve en metro.
- Tampoco ha cogido pase para Nikko ya que se lo va a recorrer todo andando sin autobuses. La verdad es que es un paseito porque el lago está a más de cuatro km montaña arriba.

- Vive con su madre en el centro de Barna, cerca de Plaza de Cataluña y parece que ha viajado bastante. Es su primera vez en Japón pero reconoce ser un friki de la música japonesa… bueno, especialmente del grupo de “niñas petardas” como el dice “Hinoi”. Más tarde en el hotel vimos su blog y le dejamos un mensajito.

Total, que llegamos a Nikko. Está nublado pero no llueve lo cual es una bendición porque hay un calor bastante pegajoso y cada vez que sale el sol lo empeora bastante.

Cogemos el ticket de los templos (1000yen) y de ahí a la parada del centro del pueblo. Nikko es un pueblo mediano que se extiende a lo largo de la carretera de subida a las montañas. Como desconocemos la distancia pillamos el bus pero no encontramos el que nos indicó la de la estación. Tras dejar pasar dos buses cogemos el tercero y que sea lo que dios quiera.

Menos de un km cuesta arriba y ya estamos en la zona de templos. El bus no sirve más que para perder el tiempo. Al menos de momento.

Hay un bonito puente rojo lacado sobre un río que baja entre brumas por la humedad ambiental. Los bosques de cedros inmensos lo rodean y tiene todo un aire de peli china. Cruzar el puente cuesta pasta así que cruzamos por el de la carretera diez metros más abajo y desde ahí sacamos las fotos.

La zona de templos queda en medio del bosque a mano derecha. Hay varios caminos entre los árboles pero todos llevan al mismo sitio así que no hay pérdida.

Se supone que el santuario de Nikko lo construyó un señor feudal cuya familia gobernó Japón durante 250 años. En Nikko está su tumba. A su muerte su hijo contrató 15.000 artesanos y en menos de dos años montó un sistema de santuarios y templos del copón bendito.

Están todos pedidos entre los bosques aunque muy bien señalizados. Son todos de madera policromada y entre ellos hay algunos muy famosos:

- El de los monos. Tiene la famosísima (y pequeña) talla de madera de los tres monos que no ven, no oyen y no hablan.
- EL del gato dormido. Se supone que es una talla en la que el gato parece de verdad. Muy famosa en Japón pero no merece la pena pagar para verla. Hay fotos que te la muestran
- El templo del dragón durmiente. Es una sala con un dragón enorme pintado en el techo (debe medir más de diez metros de largo). Un monje choca unos palitos al fondo de la sala y suena un ruido seco. Cuando los choca bajo la boca del dragón la sala amplifica el sonido y retumba en las paredes. No es un rugido de dragón pero es bastante impactante.
- Hay un camino entre cedros muuuuuuyyyy largo con cientos de linternitas a la derecha. La vista es impresionante.
- Una pagoda roja de 5 pisos. Dicen que no tiene cimientos y que lleva un sistema antiterremotos con un balancín de madera.

Poco a poco las nubes se van cerrando y se escucha algún trueno a lo lejos. Por suerte llevamos nuestros super paraguas. A nuestro alrededor nadie parece llevarlos.

Ascendemos unos cuantos peldaños hasta otro templo en una especie de cuenco entre los cedros. Ahí un señor japonés nos suelta un rollo a todos los asistentes que estamos sentados en el suelo. El monje acaba durmiendo a la audiencia a pesar de algunas notas cómicas. No entendemos nada pero parece mencionar a Kyoto de vez en cuando. A lo mejor hay cierto pique entre templos. También nos muestra una especie de llave dorada bastante grande pero no tenemos ni la más remota idea de para qué servirá.

Cuando salimos del templo llueve a cántaros. Hop, sacamos el piragüitas y no pasa nada. Eso si, los malditos japos se inventan los paraguas porque ahora parece que todo el mundo tiene uno.

Bajamos a la carretera con la intención de subir al lago. En la parada preguntamos en japonés a dos de los que esperan pero resultan ser coreanos. Tras unos minutos bajo la lluvia llega el bus que sube al lago.

La subida debe ser impresionante. Muy revirada con carretera de un solo sentido y dos carriles. Se sube por un lado y se baja por el otro lado de la montaña. Digo que debe ser impresionante porque las nubes están tan bajas que no se ve apenas nada.

A medio camino hay una parada desde la que un teleférico te acerca a unas cascadas muy famosas. No paramos por el mal tiempo y seguimos subiendo. A ver si hay suerte y vemos el lago.

Ya en lo alto todo sigue igual. Nos paramos a comer una sopita en un bar de ramen. Están calentitos y entran de muerte. La pareja mayor que lleva el bar tiene la tele puesta con un partido del Koshien. Es un fenómeno de masas en verano en Japón. Se trata de una competición de béisbol retransmitida por la tele en la que compiten los institutos de todo Japón. Así que los que juegan son chavales y el público sus familias y compañeros de colegio. EL béisbol suele ser aburrido pero ese partido fue tremendo. Tokio iba perdiendo 4 a 8 en el séptimo Inning y les metieron 8 carreras. 12 a 8. En el siguiente el otro equipo mete un homerun con dos bases llenas y suben a 12 a 11. Y allí lo dejamos porque hay que volver a casita.

Bajada en bus y en la estación nos encontramos al catalán que viene chorreando y sin paraguas pero contento con su discman y su guía mojada. Ha visto los templos y las cascadas antes de que lloviera. Nos preguntamos cómo coño lo ha hecho puesto que iba andando. Ha tenido que darse mucha prisa.

El viaje de vuelta se hace largo. Charlamos un poco con el de Barna y en cuanto llegamos a Asakusa volvemos esta vez en metro. Línea Ginza directa a Shibuya. Tras cambiarnos en el hotel salimos a tomar algo por Shibuya.

Cerca de la zona de discos vemos unas escaleritas que bajan y un cartel con un cerdito. Nos colamos en el restaurante y resulta ser un sitio especializado en una especie de shabu-shabu de cerdo y diversos pinchitos (yakitoris). El local es muy chulo. Techos superbajos, todo pintado de negro y sentados en falsos tatamis descalzos. La comida está muy rica y no es cara. Eso si, nos metemos 5 cervezas y la cuenta sube como la espuma (bueno, no tanto, unos 8000 yen aunque es una fortuna para lo que solemos gastar).

La camarera muy simpática nos recomienda la comida con signos y con mi mal japonés pero como dije todo sale de maravilla.

A la una estamos en la camita. Mañana toca día tranquilito en Ikkbukuro, barrio al norte de Shinjuku donde no hay mucho que ver salvo grandes almacenes, un edificio enorme con mirador y alguna cosita más como el Toyota Amlux.
Jaime y Afsoon

18 septiembre, 2006

16/08/2006 Japón

Nos levantamos prontito para ir al Tsukiji (la lonja de pescado). A eso de las 5:00 estamos en el metro (linea Ginza). Cuando llegamos sorprenden dos cosas: hay luz (la última vez que fuimos, a esa hora, estaba oscuro. La segunda cosa es que no hay gente. Solo cuatro guiris despistados.

Llegamos hasta la entrada del mercado y un cartelito anunciando que es fiesta nacional lo explica todo. A nosotros no nos molesta mucho porque ya estuvimos el año pasado y, a fin de cuentas, sólo venimos a desayunar shushi. Pero nos encontramos con unos ingleses desesperados después del madrugón. En fin, otra vez será.

Sushi en uno de los múltiples restaurantes. El cocinero es simpático. Nos ayuda con la carta y entre signos y mi mal japonés nos enteramos que ha estado en España, Francia e Italia… en una semana.

Afsoon está que se derrite del gusto: el atún es a-co-jo-nan-te. El erizo es suave y no sabe tanto a mar como en otros sitios. Probamos sushi rostizado al soplete y el camarero nos enseña a no mojarlo en la soja: lleva sal gorda y limón por encima. Muy bueno.

Comenzamos a notar cada vez más humedad. Es como Mallorca pero a lo bestia. Y, de repente, el diluvio universal. Aguantamos un poco más en el restaurante comiendo y charlando (hay que decir que el agua y el te son gratis). Pagamos 9000 yens, una ganga teniendo en cuenta lo que hemos comido y al salir a la calle los del restaurante dicen: kaza, kaza!!!... usease Paraguas, paraguas!!!. Vamos, que como llueve y nos mojamos nos regalan sendos paraguas. Increíble lo amigables que son los japoneses para algunas cosas.

Son las 7:00 de la mañana así que aparcamos en un McDonalds a tomar café mientras amaina. Hay una familia española un poco puteada por que el mercado cerraba. No nos dicen nada ni nosotros a ellos.

Paramos un poquito en el tempo Shinto de al lado del mercado y, tras ver como ensayan los rezos unos viejitos decidimos salir andando hacia el norte en dirección a Akihabara. Se puede llegar andando pero para no forzar la máquina pillamos el metro y en cinco minutos estamos allí.

Como sigue siendo pronto tomamos otro cafetito (helado) y esperamos a que abran las tiendas. Paseamos por el barrio viendo los edificios de juegos de maquinas a cual más impresionante. Cientos de tienditas de ordenadores: nuevos, usados, en piezas… Tiendas de manga, videos y videojuegos. En una de ellas pillamos unos de segunda mano para nosotros y para Mireya y Pablo.

Paramos otro rato a tomar un cafetín antes de la comida y sentado a nuestro lado un francés que está con su portátil entabla conversación con nosotros. El tipo es simpático y parece deseoso de poder hablar con alguien.
Está divorciado y vive en Tokio con una japonesa después de viajar por medio mundo. Al final se quedó aquí y montó una empresa de exportación de ordenadores (unos 2000 al mes y 18 empleados). Charlamos sobre Japón y cómo es la vida para un extranjero. Según él una cosa es el turismo (todo amabilidad) y otra la residencia (un infierno). Para muestra un botón:

- Las casas: apartamento de tamaño medio: 25 m2. Pagas unos 700€ mes. Pero para empezar a hablar son una mensualidad para la agencia, dos de regalo para el dueño, una de fianza y dos por adelantado, total 4.200 para empezar a hablar de los cuales 2100 van a la basura. Y eso si tienes suerte y te lo alquilan porque los extranjeros tienen muchos problemas (la mala fama de ladrones y malos pagadores).
- Un amigo suyo tiene un apartamento de lujo en Roppongi Hills (110 m2) y paga 24000€ mensuales!!!!!. Eso si, es directivo de IBM Japón y lo paga la compañía.
- Los japoneses trabajan como locos. Su amigo entra a las 8:00 y sale a la 1:00 o 2:00 de la mañana todos los días. Tres días a la semana cena con los del trabajo y a penas tiene 20 minutos para comer algo rápido. Y de vacaciones… como mucho 5 o 6 días seguidos aunque disfrutan de unos 15 al año más festivos.
- Es normal tomarse un día al mes en el hospital con una crisis por estress…
- Acumulan pasta. Ganan y ganan y ahorran para sus hijos que ganan y ganan y continúan el círculo vicioso. Cuando compran son compulsivos: artículos de lujo que no pueden disfrutar, cochazos… de todo un poco.
- Se independizan como en España, a eso de los 30 años por la misma razón: las casas son carísimas.
- Con los extranjeros casi no hay trato: somos de poco fiar y unos ladrones. Y encima los japoneses son muy tradicionales y de tendencia a no abrirse. Vamos, que el pobre está un poco desesperado.
- Sólo te dejan tener coche si acreditas tener plaza de garaje. En propiedad son unos 240.000€. El alquiler puede superar los 300 mensuales.
- La vida de turista es barata pero el coste diario de vivir en Japón es muy caro. Basta con ir al super para ver lo que cuestan las cosas. Según él sale más barato comer fuera que en casa.
- A la hora de comprar da igual que seas rico o pobre o las pintas que lleves. En las tiendas tratan a todos por igual con amabilidad y servilismo. En ese aspecto no hay clases de ningún tipo.
- Nos dice que es muy difícil ser extranjero en Japón. Para el turista todo son ventajas pero si vives allí es prácticamente imposible entablar amistad con ellos. El concepto de grupo está muy arraigado y son gente muy cerrada. Con cierta pena decía que lo peor allí es la soledad. En el trabajo tiende a contratar japoneses con experiencia de trabajo en el extranjero o en empresas no japonesas para evitar lo más posible, choques culturales.

Dejamos al francés y vamos andando al parque Ueno más al norte. En la esquina sureste hay una serie de calles con mercadillos callejeros. De todo un poco: comida, bolsos, ropa, perfume y cosméticos. Muy variopinto y lleno de gente. Damos unas vueltas y cuando aprieta el hambre nos vamos a comer: yakitori, atún marinado, soba fríos con espuma de huevo y caviar de salmón, bebida y unos 4000 yen, tirado!!!

Parque Ueno. Esta vez sólo vemos el estanque y la zona de los cerezos de la parte sur. Ya estuvimos y queremos ir hacia el cementerio de Yamagata para comprar artículos de papelería en una tienda muy mona que encontramos la última vez.

Ahora si que hace calor: sigue nublado pero no llueve y hay una humedad bestial. Te sirven cualquier bebida y deja un charco de agua condensada sobre la mesa. Hay que decir que en cualquier bar o restaurante el agua y el te helados son gratuitos y con hielo a discreción. Las máquinas de vending se convierten también en grandes aliadas.

Antes de llegar a la tienda nos perdemos por las callecitas del barrio. Suenan las cigarras de un modo constante y altísimo. Hay que estar ahí para creerlo y hacerse una pequeña idea el ruido que montan. Las calles son enanas, las casas todas de un máximo de dos pisos y muchas chalecitos con jardines enanos. Entre medias de cementerios y templetes por doquier. Es tranquilo y agradable.

A eso de las 18:30 encontramos la tienda. Parece cerrada pero abrimos la puerta corrediza y una japonesa nos deja pasar a pesar de decirnos, muy amablemente, que cierran a las 18:00. Lo de siempre, papeles preciosos, pañuelitos, cajitas de papel… muchos regalos que comprar.

Salimos de la tienda y decidimos que es hora de dar por terminado el día. Queremos ir a Nikko mañana y también hay que madrugar. Así que vamos al norte, atravesamos el cementerio de Yamagata ya de noche (precioso y con bastante gente) y cogemos la línea Yamanote en Nishi Nippori. En 35 minutos en Shibuya y de ahí al hotel donde caemos rendidos. Hoy no salimos a cenar. Mañana será otro día.
Jaime y Afsoon

14 septiembre, 2006

15/08/2006 Japón

Llegamos a Moscú casi sin enterarnos. Pero las 12 horitas en el aeropuerto de Seremetievo se hacen eternas. El aeropuerto es muy pequeño aunque no tan tercermundista como auguraban en la web.

Básicamente consiste en una especie de hexágono de dos niveles. Puedes moverte por cinco de los lados del perímetro pero no dar la vuelta entera así que todo se resume a una ida y vuelta recorriendo los duty free y los cuatro restaurantes de mierda que ofrecen os ruskis.

El servicio es correcto aunque los rusos son de lo más seco que te puedas encontrar. Ni los buenos días. Tras tirarnos en uno de los pocos asientos durante un par de horas decidimos dar una vuelta para estirar las piernas. En la planta alta hay unos pasillos bastante anchos donde la gente “acampa”. Están en el suelo con mantas, colchonetas, traen comida y bebida. Hay de todo tipo: europeos, chinos, rusos, japoneses… casi todos parecen tener una escala larga. De hecho unos españoles que venían con nosotros (de Price WaterHouse) van a Ulan Bator y tienen una escala de 14 horas. Eso si, han conseguido los visados y se van a ver Moscú.

Finalmente, tras dos cervezas, unos sándwiches y unas pelis nos subimos al avión hacia Tokio. Hay que decir que los aviones de Aeroflot son bastante nuevos (Airbus A320 y Boing 737-600) y el servicio y comida son correctos. No tienen pantallitas individuales como en British pero estamos tan cansados que dormimos todo el camino tras vernos Suoperman en el portátil.

25 horas después de salir de Madrid llegamos a Narita. Como nota folklorica decir que veníamos en el avión con las dos integrantes del grupo ruso Tatu (si, esas que actuaban medio en bolas en eurovisión). Es lamentable ver que solo las reciben unos 10 fans japoneses…

Narita Express y en hora y media estamos en el Hotel Fukudaya donde el señor Tamura nos recibe y nos asigna la misma habitación del año pasado.

Esta noche estamos cansados asi que salimos por Shibuya. Un shushi rápido y vuelta por las tiendas de discos del norte de la estación y paseito por el Spanish Zocu (que se parece a un callejón español como un huevo a una castaña).

A las 7 de la tarde nos vamos a la cama. Mañana toka Tsukiji y hay que levantarse a las 4:30.

Por cierto, el tiempo caluroso pero no agobiante. Está nublado y llovizna a ratos.
Jaime y Afsoon

12 septiembre, 2006

Carlos Argüelles Pérez

A los 41 años, en Jerez de la Frontera, falleció el pasado 12 de agosto, Carlos Argüelles Pérez, nieto de María Teresa Clavijo de la Vega (hermana pequeña de María Josefa Clavijo de la Vega).
Carlos, en Jerez del 2.004, entre Susana y Alberto

El funeral fue impresionante y muy emotivo ya que la cantidad de gente que acudió superó la capacidad de la iglesia y como me decía Carlos, el padre, todo el mundo que asistió no venía por nosotros, si no por él, de todos los amigos que tenía ya que hablaba con todo el mundo y en esta ciudad pequeña era muy conocido.
Están destrozados ya que la vida de este matrimonio giraba en torno a este hijo .
Maríamercedes

11 septiembre, 2006

Navacerrada

06 septiembre, 2006

Bailando en Palma

Isabel, Paloma y Maríamercedes

Marypepa



Marypepa en Palma de Mallorca

De cuando el servicio militar era obligatorio

Izquierda: Agustín, derecha: José Alberto


La tía Carmina con sus hijos

04 septiembre, 2006

Raquel y Mireya en Palma de Mallorca

03 septiembre, 2006

Marta y Cristina en la garganta del Cares

02/09/2006 León


En casa de la tía Memes, de derecha a izquierda:
Marypepita, Marta (sentada), Isabel, tía Memes, Meleles, Miguel, Tino, Cristina y Kiko.

Tapeando por León


En el bar que más nos gustó





Recuerdos del pasado



Merdeces Sisí Capdevila y en sus brazos, su sobrina, Petruqui Sisí Clavijo, fallecida en 1.922 de tosferina.